lunes, 16 de agosto de 2010

Sobre pedagogía musical

Breve ensayo sobre pedagogía musical. La pedagogía musical forma parte de aquellas disciplinas que emplean técnicas idóneas descubiertas y empleadas para la formación humana y el desarrollo de una personalidad creadora. Retomar esta tradición nos permitiría seguir cumpliendo estos nobles propósitos tutoriales.


En Occidente (hija musical de Oriente), las composiciones derivadas de las escuelas renacentistas europeas, especialmente las florentinas y las clásicas alemanas desde Bach hasta Brahms, siguen siendo un legado que ha contribuido al desarrollo del potencial humano creacional, porque -en su mayoría- continúan una tradición de antiguos conceptos musicales que parten del estudio de la naturaleza humana (denominados por nosotros clásica). Estos son los trabajos de Leonardo da Vinci sobre estudios de la morfología sónica humana y la construcción de instrumentos musicales, como el violín sin trastes afinado para la voz humana, gracias a los aportes de Luca Pacioli y su concepto de Divina Proportione.


Por esta razón, cuando hablamos de formación musical, podríamos concebir un concepto de educación musical a partir del canto, tomando en cuenta el siguiente concepto: El hombre es un instrumento musical eólico. El instrumento musical fuera de él es la extensión de su propia voz. Luego, el fin supremo de la formación musical humana es el desarrollo de la propia voz humana. El instructor correctamente formado en este campo debe ser el modelo primario para el alumno, porque aprendemos a partir de la imitación y la repetición.


En este sentido, el papel de la formación musical basado en el aprendizaje de los instrumentos musicales debería tratarse a un nivel secundario y complementario, posterior al dominio del solfeo hablado y cantado, pues corresponden a un valor agregado que ha sido impulsado por nuestra necesidad de extender nuestros registros sonoros vocales mediante el empleo de timbres que no son parte de nuestra naturaleza, pero que nuestros oídos buscan y gustan de percibir también dentro de sus correspondientes escalas y armónicos. De esta forma, el aprendizaje instrumental es la consecuencia de haber concebido la música como una idea madurada por el descubrimiento de nuestra propia expresión de belleza vocal en armonía con la creación que nos rodea.


No debería atribuirse a nadie -cabalmente racional- el concepto de mala voz, sino el de voz no cultivada. El problema sobre la dificultades comunes en el aprendizaje del canto no es problema del intérprete, sino lo es por estas tres posibles razones: 1) Ausencia de una eficiente técnica, es decir, la asistencia de una metodología acorde a la naturaleza fisiológica de nuestras cajas de resonancias y cuerdas, tan personales como la huella digital. 2) La técnica con el que fue formado el instructor. 3) La vocación idónea de quien asuma el rol de instructor musical.


Por lo tanto, quien instruye en la materia con la técnica apropiada, podría permitir en sus alumnos, sin importar la edad, el redescubrimiento de su innato registro de voz para lograr la concepción personal de la belleza musical, que es una idea que cada quien debe desarrollar en sintonía con la armonía universal, bajo la asistencia de una técnica que le facilite, con el mínimo esfuerzo, el máximo exigible de su propia fonación. En esta pedagogía no debe tomarse el cuenta el sentido de la idea musical a partir de conceptos parametrados, como por ejemplo una simple o compleja sucesión de acordes sin identidad alguna, armados a priori por el simple gusto personal, sino del concepto entendible de la armonía musical natural, donde el gusto cede forzosamente a la idea, de manera que, al ser éste servil, se puedan emplear las escalas, los artificios y demás rudimentos de cifrado o conceptos de teoría musical como herramienta de expresión racional que lo ennoblezcan como una identidad creadora, decorada por el gusto sensorial, de la misma manera como lo hace el literato con el poder de la palabra.


El gusto individual de una primaria sensación musical se hace universal cuando armoniza inmediatamente con aquellas leyes físicas que hicieron posible la experiencia y el descubrimiento. Resulta así la propia experiencia musical hacerse afín con otras sensaciones, con otras propuestas y gustos innatos que devienen variedad, ese movimiento y esas combinaciones tan matizadas como los colores y las percepciones que ofrece en abundancia la naturaleza misma a partir de nuestra experiencia sensorial. Una verdadera propuesta sinfónica.


Así, el instructor no contribuye mucho en este sentido cuando limita al alumno a la tarea interpretativa como fin, especialmente si el aprendiz se siente tentado a imitar una voz o un estilo que no es de su propia cosecha. Tampoco debería subestimar sus capacidades interpretativas; es deber del instructor musical estimular en el alumno su potencial como compositor: un perpetuo creador de ideas musicales que enriquezcan los conceptos de la Teoría Musical.


En los conceptos y concepciones musicales nada está totalmente dicho: la experiencia musical sigue siendo una gran escalera con peldaños aún inalcanzables, porque son infinitas las posibilidades, las variaciones, las inventivas y los desarrollos de las ideas musicales, como infinitas –para nuestras percepciones- las galaxias en perpetuo descubrimiento. La exploración musical es un perpetuun mobile enriquecido por los descubrimientos que precedieron a cada generación.


Sobre la llamada música de vanguardia, me parece de gran importancia la experiencia composicional contemporánea desde Claude Debussy hasta la primera mitad del siglo XX, exploración a partir de otros sistemas escalísticos que no sean los clásicos, como experimento de inventiva temática. La iniciación en el canto, sin embargo, es mejor empezarla en las escuelas con obras trabajadas a partir del sistema de afinación universal Bien Temperado de Johann Sebastien Bach, por lo eficiente en el desarrollo de la armonía sonora, compatible con nuestra naturaleza.


Las demás experiencias composicionales prueban la infinitud de esta exploración.


Lima, 16 de agosto, 2010